Wendy Guerra

Wendy Guerra, premio Bruguera 2006

UN GRITO DESDE LA HABANA

Por Guillermo González Uribe Fotografías cortesía de Ediciones B

GUILLERMO GONZÁLEZ URIBE. Periodista y editor. Fue coordinador del «Magazín Dominical» de El Espectador, director de la revista Gaceta de Colcultura y es director de la revista Número desde su creación. Premio Planeta de Periodismo 2002 por su libro Los niños de la guerra; Premio Media 2001 de Latin American Studies Association (Lasa); medalla al trabajo de crítica cultural, Festival Internacional de Arte de Cali, 2001.

 

Wendy Guerra es una cubana joven y atractiva. Tiene la fuerza, las ganas y el ímpetu de una adolescente. Tiene chispa, y ángel. En su vida se ha ido encontrando, o se ha ido tropezando, con situaciones singulares. Una dura infancia, de la que precisamente habla en su novela Todos se van, ganadora del premio Bruguera 2006, que no es otra cosa que un diario escrito por una niña que despierta a la vida en medio de situaciones extremas. Su adolescencia también está retratada en este libro, que no pasa inadvertido para quien lo coge: no lo puede soltar. Entre los amigos de Wendy Guerra se cuentan varios de los más importantes artistas plásticos cubanos contemporáneos, así como el cantautor Carlos Varela: «Carlos es mi hermano», dice con profunda convicción. Tomó el taller «Cómo contar un cuento», con Gabriel García Márquez, y tiene amistad con él y con Mercedes Barcha, esposa del escritor. Carmen Balcells, quien se inventó el oficio de agente literario, es su apoderada. La estrella de Wendy Guerra la lleva a estar en el lugar adecuado en el momento preciso: en su corta visita a Bogotá se encontró por casualidad con Carlos Vives, con quien congenió de entrada (caribes son); él la invitó a una fiesta en Santa Marta pero la gira de lanzamiento de la novela le impidió ir. Esta es Wendy Guerra, quien escribió un libro que, sin querer ser abiertamente político, es sin duda uno de los textos más críticos que se han escrito en la isla sobre la vida cotidiana en el socialismo cubano. Y lo es precisamente porque no se centra en la denuncia sino que habla de lo que se vive desde la piel, desde el sentimiento, desde lo cotidiano.

Wendy, ¿por qué una poeta, formada en dirección de cine, incursiona en la narrativa? Escribo diarios desde niña con una suerte de performance, vivo en la pasarela de una realidad cruda, desfilo narrando bajo bombas invisibles. Eso hay que dictarlo de corrido conteniendo la poesía, conteniendo en ese discurso la forma por la forma y más bien con una belleza austera e interna, la del símbolo en el mismo gesto: escribir de corrido.

¿Era consciente, al escribir su libro, de la fuerza que tiene el lenguaje de una niña y la estructura de un diario para describir el mundo? ¿Es consciente de la eficacia que tiene el lenguaje poético para hablar de lo que no se habla, de lo que no se dice o no se podría decir con otras palabras más directas? ¿Hasta donde su libro es ficción y hasta dónde autobiografía? Lo hice mientras estaba entretenida en sobrevivir dentro de mi vida real, eso era inevitable, inconsciente. Cuando decidí entregarlo a un concurso y luego darlo a leer a los amigos, pensé: «Soy una perfecta inconsciente. ¿Cómo dar mi vida a los demás, cómo exponerme de este modo, desnuda y sin velos?». A flote y sin remedio, ahora quedo a disposición de todos y en bandeja, abierta por siempre, luego de mis confesiones, que tienen más de verdad que de ficción.

En comparación con los años setenta y ochenta, ¿hay una apertura del gobierno frente a la creación y la libre expresión? ¿Tiene esperanzas de que su trabajo y el de otros artistas críticos, que viven y trabajan en Cuba, contribuyan a la necesaria apertura de la dirigencia a la libertad de expresión y movilización del pueblo cubano? La esperanza, mi querido amigo, es lo último que se pierde. Pero ya nos leemos, como quien se come el postre a escondidas, en la madrugada, con la luz del frigorífico alumbrando… y sabe mejor, tiene el sabor de aquellas cosas que no degustas siempre. Antes, mi madre forraba los libros y los escondía para poder llevarlos en la cartera, hoy simplemente no se venden, pero ya no hay que forrarlos.

Pese a tener una posición crítica frente a lo que le ha tocado vivir, ¿reconoce cosas positivas en la revolución cubana, de la cual usted y su generación son hijos? Yo soy la hija de la hija, no puedo negar una génesis, algo de lo que vine, todo no puede estar mal: no creo en el parricidio, no creo en el suicidio de las cosas vividas; somos un collage de lo que fueron los padres y los abuelos, negarlo es negarme. Eso es impostado. No soy perfecta porque ellos no lo fueron.

¿Es consciente de los riesgos que corre por escribir lo que ha escrito? Por ejemplo, ¿que le toque abandonar la isla o que sea hostigada o detenida? El mayor riesgo, mi pánico, radica en no ser aceptada por mí misma, por mis amigos, porque el pasado personal es el peor enemigo de mis recuerdos. Un amigo psiquiatra describe sabiamente que hay momentos en los que algunos de sus pacientes confiesan no escuchar voces, sino «murmullos». Les tengo miedo a mis propios demonios y a esos murmullos personales, porque temo que esto se trata de algo conmigo misma. Al final de mi novela no me importa ser interrogada o señalada, lo único que me importa es ser abandonada. Ella y yo, Nieve y Wendy, pensamos lo mismo. Lo juro.

¿Tiene esperanzas de que su libro se publique pronto en Cuba? ¿Circula hoy por canales no formales? Circula por canales no formales, que tanto en Venecia como en Cuba son los mejores canales, los solitarios, los fabulosos sitios del deseo. Pero… ese, Cuba, es mi mercado original y ahí estará por siempre mi lector cautivo, él espera en silencio y algún día lo comprará en esas librerías de la calle Obispo, lo sé.

¿Cuáles son sus influencias, tanto de creadores cubanos como de otros países? Cuento siempre que todo parte del caprichoso estudio, serio intento documentado de Ana Mendieta por registrar su gesto de volver al centro de su tierra. Luego vendrían el Diario de Anaïs Nin y tal vez diarios de campaña y de navegación: bitácoras. Me encanta Duras, y así, poco a poco, armo el rompecabezas que me deriva en hacer el «Estado del tiempo» que me ha tocado vivir en la Cuba que camino cada día. Todas somos, seremos y hemos sido, salvando las distancias prudentes, mujeres cleptómanas: robándose la realidad en una foto, en un gesto, en mi cuaderno.

¿Todos se van y Wendy se queda en Cuba? ¿Cómo se siente ser mujer en la Cuba de hoy? Todas distintas, todas intensas, todas entre el olvido y la memoria, pero aunque no lo crean, allí nos enamoramos, parimos, deseamos, lloramos, bailamos, somos felices o estamos deprimidas; pero hay vida, no es la Luna. Es un país, y aunque perdemos muchos cada día, aunque a veces despedir es abandonar, descubrimos otros, personas sublimes que tal vez permanecen o estarán de paso, pero que al menos nos ayudan a sentir que estamos vivos, juntos… porque Cuba queda en Cuba… todavía.

¿Por qué señala que su próximo libro será sobre la vida de su madre, una intelectual de izquierda que vivió en la isla toda su vida? ¿Qué razones la motivan? ¿Será el retrato de una generación de intelectuales en tiempos de la revolución? Mi madre es el primer tomo de mí, yo soy la segunda parte de mi madre… Ella es el primer tomo escrito por los hijos de una revolución ideoestética, sexual, loca, desmedida, frenética, como las revoluciones. Nunca las segundas partes son buenas: mi madre es el gran original y yo soy sólo una copia de ella. A ella dedico la segunda parte, una heroína que ha estado en todas partes, en las grandes canciones o en los cuadros del 68, una musa a la que por morir tan joven no le ha quedado otra que ser el mito de su generación, y yo lo sostengo por devoción y por vergüenza.

¿Se considera una persona que tiene estrella, alguien a quien ahora la vida trata con cariño? ¿Cree que sus logros son producto de su esfuerzo y su trabajo o, tal vez, una sana combinación entre lo uno y lo otro? Hay esfuerzo, hay forzar las cosas, no me dieron las llaves, rompí puertas y encontré diamantes: hay estrella, hay dolor y perdón, hay Wendy buscando al héroe de Peter Pan que no quiere crecer y se me resiste; entonces, salgo a buscar la estrella y esa estrella me regala personas fabulosas que van del Nobel al mendigo, del médico al loco, del pintor a su modelo, del escritor a su suerte, del miedo al deseo.

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