Novela “A PESAR DE LA NOCHE”

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Novela “A PESAR DE LA NOCHE” (Ícono Editorial, 2017), es una novela que transcurre en la ciudad de Bogotá; recorre sus espacios y habitantes a lo largo de tres décadas. Una historia no oficial del conflicto colombiano, contada en clave de periodismo, y relatos de una generación desenfrenada. En el transfondo, las peripecias vividas por un joven reportero, bajo la tutela del asesinado director de El Espectador, Guillermo Cano, quien fue el mentor del autor en su trabajo como periodista.





Notas de prensa, reseñas y comentarios

Texto de Fernando Araujo Vélez, en El Espectador, 11 de enero del 2018

Guillermo González desentraña el periodismo de los 80 en su nuevo libro. Periodista de El Espectador en los candentes años 80 y escritor, González Uribe narra en «A pesar de la noche» su experiencia con los comienzos de los grupos paramilitares en Colombia y sus macabros nexos.

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Entrevista de Gloria Luz Ángel en La Patria de Manizales, 8 de octubre del 2017.( PDF )

 


 

En El Espectador Arturo Guerrero habla sobre dos libros «Siempre fue ahora o nunca», de Rafael Baena y «A pesar de la noche», de Guillermo González. 14 de septiembre del 2017.

 
 

 

Entrevista con Guillermo González Uribe sobre la novela «A pesar de la noche», diario El Tiempo, 7 de agosto del 2017

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Entrevista de Margarita Vidal con Guillermo González sobre su trayectoria profesional, la obra de su padre, el fotógrafo Sady González; el libro «Los niños de la guerra quince años después»  (Aguilar 2016) y la novela «A pesar de la noche» (Ícono, 2017). 17 de agosto del 2017.


En la librería Lerner Norte de Bogotá, el 29 de junio del 2017 tuvo lugar un diálogo sobre la novela «A pesar de la noche», de Guillermo González Uribe. Participaron, en su orden, Luz Amparo «Lucha» Fonseca; Cristian Valencia, Lisandro Duque, el autor, Amalia Carrillo, Diana Uribe, un lector venezolano y Olga Lucía Saldarraiga. Estos son los ocho videos de sus intervenciones.

En revista Semana del 25 de junio del 2017:

25.06.17

Comentario de Felipe Ossa, gerente de Librería Nacional 18 de mayo del 2017.

 
01 De Felipe Ossa gerente de Librería Nacional

Comentario sobre la novela «A pesar de la noche», mayo del 2017, edición impresa, revista Arcadia.

Comentariorevista Arcadia

En revista Arcadia, 8 de mayo del 2017
https://www.revistaarcadia.com/libros/articulo/guillermo-gonzalez-uribe-a-pesar-de-la-noche-violencia-colombia/64139/

Entrevista en Cadena Uno, miércoles 19 de abril del 2017:

Nos acompañó en el estudio Guillermo González Uribe, escritor, periodista y editor, quien ya en anteriores oportunidades nos ha acompañado con algunas de sus publicaciones, como “Los niños de la guerra” obra con la que obtuvo varios reconocimientos. En esta ocasión nos trae: “A pesar de la noche”.


De Cristian Valencia

En A pesar de la noche Guillermo González Uribe reconstruye una de las épocas más delirantes, tristes, psicodélicas, románticas, libertarias y lamentables de la historia de Colombia. Lo hace de la mano de Martín, un joven que por azar encuentra varios manuscritos de su padre fallecido, Sebastián. En la medida en que los va leyendo, Martín se entera de los vaivenes y trompicones de la vida durante las décadas de los ochenta y noventa, y de paso comienza a entender mejor el alma de su padre. Sebastián era un reportero formado en la bohemia de la vieja guardia, entre el cine, la literatura y las rumbas apoteósicas, especialista en causas sociales, que en este país vienen a ser lo mismo que causas perdidas.

A fuerza de querer reconstruir el libro que estaba escribiendo Sebastián, tanto María, su mejor amiga, como Martín y el mismísimo lector, se convierten en detectives de la historia, de esa época, de esa manera de soñar y morir.

Aparte del impresionante ejercicio de memoria que hace Guillermo González Uribe en A pesar de la noche, el libro es una mezcla exquisita entre novela histórica y lo mejor del suspense.


De Rafael Baena

Lo más valioso de A pesar de la noche es que aglutina toda una época, no sólo en cuanto a la guerra sucia sino también en lo referente a la actitud tomada por la industria de la información y por los periodistas asalariados que trabajaban —y aún trabajan— para ella. Uno siente como si leyera una memoria, la bitácora de trabajo de un reportero inmerso en la locura de la guerra e irrespetado por la displicencia criminal de quienes controlan los medios.  Juntar en un mismo volumen los acontecimientos de los últimos treinta y pico de años arroja un resultado impresionante, y es allí donde está el filón más importante de la novela. La historia me sedujo por razones obvias, relacionadas con la generación a la que pertenecen el autor y el suscrito, así como al oficio que comparten. El giro narrativo del final es sorprendente.


De Pablo Montoya

“Fueron días duros pero vitales. Creíamos que íbamos a cambiar el mundo, para bien, y no teníamos miedo de nada. A los veinte años de edad, cuando comienza uno a ser consciente de las injusticias, dan ganas de destruirlo todo”.

Esta frase, entre otras, podría definir el sentido y la esencia de A pesar de la noche. Se trata de una novela de época, pues al leer sus páginas vemos la radiografía de una década: los años ochenta vividos en Colombia. Una década vertiginosa, psicodélica, agresiva e injusta.

En un lenguaje fluido y sencillo, Guillermo González Uribe ofrece un testimonio variopinto de una generación que quiso cambiar el país pacato, politiquero y criminal que le tocó, pero se vio incapacitada de hacerlo porque se la reprimió con brutalidad. El autor juega con diversos formatos narrativos —un libro que se va editando y al mismo tiempo vamos leyendo, impregnado de notas de diario, cartas y reportajes—, en tanto que el lector va de una época, la actual, a otra, la de los ochenta, y va construyendo un mapa del horror y también de la fraternidad.

En A pesar de la noche se nos habla de momentos y personajes que han protagonizado la historia de las últimas décadas. Todos ellos cargando sobre los hombros la dosis de enaltecimiento, fracaso, repugnancia y valentía que les corresponde.

Finalmente, de la mano de la narración de Sebastián, el emblema de una generación de jóvenes a la que le tocó pasar por esta región del mundo cercada por las llamas, la intolerancia y la barbarie, presenciamos el ascenso del paramilitarismo y el narcotráfico y su alianza con los máximos dirigentes políticos del país. Es como si al leer A pesar de la noche se nos develara de qué modo arrojaron al país al precipicio del mal en esos turbulentos años ochenta, contado —y esta es una de las características más notables del libro— desde una voz que cree en los valores éticos de la justicia.

Creo que esta novela cumple una función loable: decirles a las nuevas generaciones de dónde viene el bienestar social que, se nos dice infatigable y sospechosamente, vive la Colombia de hoy.


De Herbert Tico Braun

En esta novela testimonial sobre los momentos crueles de la vida urbana en Colombia en los años ochenta, Guillermo González Uribe relata las vivencias de unos jóvenes despiertos: “Y, a pesar de la noche, que parecía envolverlo todo, afirmábamos en cada encuentro la posibilidad de mejorar el mundo que nos tocó vivir”. 

Escrita sin rabia, esta es una novela de época que invita al lector a pensar “lo que unos seres humanos son capaces de infligir a otros”.


De Amalia Carrillo

Guillo querido:

No son en realidad grandes cosas las que tengo por decir a propósito de tú novela, que para eso están los críticos y sabios.  Es más bien la lectura desprevenida de quien fue testigo y protagonista, a su manera, de una suerte de abismo que el texto mismo se encarga de transmitir sin filtros y con un lenguaje directo y sin muchos adjetivos.

El marco histórico por el que el lector navega no puede ser más duro para nuestra historia íntima y patria. Lo primero que me llega es un sentimiento de conmoción personal; las décadas en las que te mueves son una parte de mi vida muy marcada, en la que tome decisiones que hicieron lo que soy, aunque hoy ya no sea la misma persona de ese pasado.  El recuento vertiginoso de los acontecimientos violentos que nos impactaron, los datos fríos del horror, -que arroja una seria investigación- así contados capitulo a capitulo, en un mismo momento y con la perspectiva del pasado, generan en la lectura un desasociego perturbador que te induce a la pregunta de cómo hizo uno para soportarlo todo, y es entonces cuando acudo a Soren Kierkegaard que nos explica que ‘la vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante’.  Pretendimos con la rumba y el exceso conjurar la muerte e invocar la vida y andábamos en un presente intenso que nos cegaba y no nos permitía deducir lo que realmente pasaba:  fuimos victimas inermes y fuimos vulnerables, y así la novela lo ratifica página por página, en un buen ritmo, hasta arrojarnos a la orilla del dilema de la memoria.

Ahora la llaman la Memoria simbólica, y es la capacidad que tiene nuestra mente para descubrir y asociar espacios y contextos con experiencias que se convierten en sentimientos, son simbolos urbanos que plasman nuestra identidad.  Recuerdo perfectamente el baño y el grafiti: ‘la ciudad se derrumba y nosotros de rumba’ y en el delirio de la conciencia alterada leerlo una y varias veces, y sentir la impotencia como un estado paralelo de dominio por el que todos transitábamos como caminan los ciegos, buscando señales que nos orientaran para no tropezar.  Con la lectura, recorro las calles que camine y que tú mismo caminaste y me veo y te veo a lo lejos, en los mismos lugares que frecuentamos -que están muy bien contados- y no sé por qué me invade el llanto, tal vez porque fuimos una generación que quiso transformar y cuestionarlo todo, y que en ese intento fracasó y perdió. Éramos jóvenes y hermosos, nos equivocamos y acertamos muchas veces, muchos de nosotros tomaron decisiones difíciles, y en esa definición -que no daba tregua- se perdieron muchas vidas, y fue muy doloroso, otros salieron a flote porque la maravilla es que al final la vida es generosa.

Respeto y admiro profundamente la honradez con la que te mueves a lo largo de la novela; la genuina desnudez de Sebastián frente a sus temores, dudas, debilidades, sus  preguntas primordiales, la búsqueda del sentido. El personaje va mutando, la realidad lo va enredando en un movimiento ascendente, lo va tejiendo lento –apoyado en el suspenso de la trama- y hacia el final, la tensión de los acontecimientos yuxtapuesto a las emociones de un hombre, (que pudimos ser todos) explotan y nos dan en la cara como una puerta que se cierra, lanzándonos al abandono de la conciencia fragmentada.

Se pretende establecer muchas categorías de novela, y debemos aceptar que lo que tenemos hoy es un mestizaje de ellas, una polifonía o pluralidad que enriquece al género.  Aunque las clasificaciones son molestas y te enfrentarás muchas veces a ellas, me divierte pensar que A pesar de la noche puede ser una novela de memoria simbólica, con espacios y símbolos urbanos que nos identifican y nos dan nombre.

A pesar de la noche nos llega en un momento en que tal vez la historia por venir pueda transformar el presente y así este presente pueda darle nombre a la generación de nuestros hijos, y de sus hijos, libres al fin de la violencia y el ultraje.

Quiero darte las gracias por el libro que tan valientemente escribiste, por el sentido que nos da, por la reflexión sobre nosotros mismos, que no es poco.

Por último añadir que le digas a Sebastián, que su solicitud de perdón a las mujeres de mi generación me desgarró el alma, y que de mi lado, no solo está perdonado  sino dignificado en la amplitud de su gesto.

Va un abrazo,

Amalín

Bogotá, Mayo de 2017


La vivió y la contó

De Myriam Bautista

No era fácil el propósito que se trazó el periodista Guillermo González Uribe cuando decidió hacer un balance de su vida, la de los años ochenta, cuando comenzó a trabajar en El Espectador, y reunirla con esos acontecimientos que sacudieron el país y a él, por su labor periodística y por su sensibilidad, de manera muy directa y en forma abrumadora.

Y digo que no era fácil porque para hacerlo, como lo hizo, en su novela “A pesar de la noche”, editada por la independiente Icono, tenía que desnudarse, confesarse públicamente, extender, a lo largo de las 291 páginas, su intimidad. Sin embargo, el resultado es muy bueno. Logra el periodista un equilibrio entre esa vida bohemia que vivió a tope, sin pausa ni prisa y la angustia que lo acompañó por narrar esa violencia frenética que no daba tregua. A un acontecimiento cruel le seguía otro peor y cuando pensábamos que se había tocado fondo, zuas, sucedía otro peor, impensable, impensado.

Otros escritores, como el siempre lamentado desaparecido Rafael Baena o el tolimense Jorge Eliécer Pardo han narrado algunos de esos hechos combinándolos con historias ciertas o inventadas, sin lograr esa historia redonda que en “A pesar de la noche” se devora porque en cada página se recuerdan pedazos de esa historia que sigue sin contarse y se vive la angustia del escritor que busca el amor eterno sin encontrarlo del todo, solo por raticos; que persevera por ser un fiel narrador de la realidad pero que se encuentra con obstáculos grandes, tan grandes como las amenazas y el miedo. Unas gigantes piedras que se le atraviesan todos los días en su redacción, a través de esos jefecillos que no entienden como alguien puede escribir contra la autoridad legítima y también la ilegítima de manera descarnada, como lograr reunir las piezas refundidas de la tortura, del asesinato. Censuran al periodista de manera cruel porque de paso se están castigando ellos por no tener el valor que acompaña a ese joven que no busca ni fama ni dinero ni ascender sino solamente contar la verdad. Que la opinión pública tenga la posibilidad de conocer al detalle esos acontecimientos que nos avergonzaron y seguirán avergonzándonos para el resto de nuestros días.

Se agradece que el periodista “Guillo”, como le hemos dicho siempre, así fuera jefe, coordinador editorial, director, no haya optado por narrar su vida amorosa con pelos y detalles, porque no hacía falta ahondar en ese tema que se sospecha y se adivina y sí más bien desempolvara episodios que se han olvidado entre esa enormidad de dolor que se vivió en esos años. Como con el que comienza la novela y que es la primera desaparición de la que se tenga noticia en un país que duró, por lo menos, una década en admitir que sus fuerzas del orden detenían a hombres y mujeres, los torturaban, los mataban y ocultaban sus cuerpos para hacer aún más dramática la tragedia. Como sucedió en Argentina, en Chile, en Brasil y que allá si ha sido documentada en libros, películas, canciones, ensayos, para que no se olvide, para que no vuelva a ocurrir.

En fin, se trata de una novela que vale la pena leer, comentar, repasar y no olvidar. Catarsis personal y social.